«La mirada de la muerte ha clavado sus ojos en nuestro territorio y avanza; arrebatándonos a nuestros amigos, a nuestros familiares», escribe Alejandro Martorell, licenciado en Ciencia Política.
Alejandro Martorell, licenciado en Ciencia Política.
La cruel amargura ha impuesto su trono y nos gobierna con violencia: las sagradas tumbas de nuestros muertos ahora descansan en nuestros corazones. Entre nosotros, se siente un espeso ambiente de intranquilidad, pues la muerte y la desolación se expanden sin compasión. Hoy, “las sombras de la tristeza y la tragedia cubren las casas de nuestras familias peruanas”.
Rostros cubiertos de lágrimas amargas, ojos llenos de impotencia, cuerpos debilitados por un dolor insondable. La gravedad de los rostros, la tristeza grabada en los semblantes. ¡Una fría y afilada estaca penetra el pecho de nuestros compatriotas!.
¿Qué discurso elocuente podrá recomponer a numerosas familias destrozadas por pérdidas irrecuperables? ¿Qué agudo razonamiento podrá aliviar al herido corazón? Si toda persona es insustituible, ¿qué palabra alimentará a un alma desgarrada por el dolor?.
La desesperación y el temor se derraman por el suelo peruano. La mirada de la muerte ha clavado sus ojos en nuestro territorio y avanza; arrebatándonos a nuestros amigos, a nuestros familiares. Es inevitable: “el dolor quedará profundamente enraizado en el alma”.
