MAESTRO: INTELECTUAL, TRANSFORMADOR, CRÍTICO Y EMANCIPADOR
EFRAIN CHOQUE ALANOCA
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La condición de maestro implica un alto título moral. El reconocimiento de su autoridad presupone la existencia de un gran sector social, humano del cual el maestro se erige y hacia el cual ejerce su dirección ideológica.
En las condiciones de América Latina dependiente, y del Perú en particular, no es ininteligible la necesidad de una nueva educación; de una educación liberadora-integral, histórica y cardinalmente progresista. Es decir, de un sistema educacional que no entrabe, sino que posibilite su cotejo con la marcha histórica mundial. Que desarrolle, al propio tiempo, un merecido deslinde con quienes desde posiciones conservadoristas, frenan de alguna forma el desarrollo inusitado del pensamiento pedagógico.
La comprensión cabal del impetuoso desarrollo de las teorías educativas; y en general, del proceso social, sólo es explicable a partir de la acción dinámica que ejercen las fuerzas productivas sobre las relaciones de producción en la sociedad. Y no como cree la razón instrumentalista, que la irrupción de la nueva sociedad llamada del conocimiento, se debe al ordenador o al conocimiento “per se”, negando así las condiciones materiales e histórico-sociales para dicha irrupción. Esto explica que si las fuerzas productivas operan en un país de economía capitalista dependiente y deformada, como en el Perú, su esencia radica en que estas fuerzas tienden a orientar la marcha histórica hacia modos de vida y de educación más humanos, más justos; contribuyendo a sustituir radicalmente las actuales estructuras productivas enajenantes e inhumanas. Luego, de ello se deduce que, la educación liberadora y progresista descansa sobre bases coherentemente científicas y humanísticas; es más tiene la noble misión de estimular, de accionar crítica y transformadoramente por una nueva hegemonía, permitiendo la sustitución de las actuales relaciones sociales, por otras más fraternas, más humanas.
El maestro es un tipo muy especial de intelectual. Por lo general, el intelectual adocenado presume ingenuamente de apartidismo socio-político. No muestra disciplina ideológica, menos aún firmeza y convicción en sus principios. Es psicológicamente un individualista; un narcisista estéticamente En cambio, un maestro de verdad no es este tipo de intelectual. Un maestro es un verdadero intelectual, profundamente humano; fino catador del destino histórico de su época y de la coyuntura. Por consiguiente, no es espectador; es actor del drama humano. Es un auténtico líder teórico-práctico, protagonista transformador, crítico y emancipador; adscrito orgánicamente al grupo humano impulsor del progreso social, creador de la historia y liberador de la humanidad. Grupo o clase de avanzada, que en las condiciones del Perú –país de fuerte diferenciación y confrontación clasista y social- elabora cultura y educación propias, liberadora, no subordinada; es decir, desalienada, formando una sólida conciencia crítico-nacional y popular.
A la educación no alienada es bueno acotar eso que el respetable educador español, Julián Marías, llama: “pensar ante los estudiantes”, pero pensar creadoramente para la vida, para la praxis, como el maestro progresista lo sabe hacer. Asimismo no está por demás advertir que la formación cognoscitiva y valorativa del maestro –dominio de su materia, concepción científica del mundo, cultura investigativa, intervención social e idoneidad ética, etc.- representa sólo un aspecto de su amplio espíritu iluminador.
A decir verdad, un maestro es un profeta sin serlo, es un anunciador del mañana, y es sobretodo “de pies a cabeza, el hombre del mundo nuevo”