El seísmo que devastó Haití el pasado 12 de enero, el más poderoso en 200 años, disparó las alarmas en Latinoamérica, una de las regiones del mundo con mayor actividad sísmica. Al menos tres de las fallas geológicas más grandes del mundo atraviesan el continente, y sus movimientos han dejado un rastro devastador. La mayor fuerza liberada por un terremoto desde que existe la escala de Richter en 1935 se produjo precisamente en la región: la pequeña ciudad de Valdivia (Chile) registró un seísmo de una magnitud de 9,5. La zona de riesgo cruza varias de las principales ciudades latinoamericanas, donde, ante la impredecible voluntad de la naturaleza, sólo queda adoptar medidas de prevención, con distintos resultados en cada país.
La falla de Enriquillo causó el devastador terremoto que asoló Haití el pasado 12 de enero. En Norteamérica está la falla de San Andrés que, con una longitud de aproximadamente 1.287 kilómetros, discurre a través de California, en Estados Unidos, y de Baja California, en México, y ha causado decenas de seísmos en la zona. Y la falla de San Ramón se encuentra al oriente de Santiago de Chile y tiene una extensión de unos 25 kilómetros; sin embargo, su relativamente corta longitud no hace mella en su capacidad destructiva. Se encuentra a poca profundidad y por ello es capaz de producir terremotos superiores a los 7,0.
El 13 de mayo de 1647 se produjo un terremoto de una magnitud tal que destrozó la capital chilena. La mayoría de los países de la región han puesto en marcha campañas de educación entre la población, que incluyen en muchas ocasiones los simulacros de terremotos, pero las medidas de prevención no son asequibles para los 586 millones de habitantes de la zona, donde tres de cada cuatro habitantes viven en una ciudad.
¿Está la región preparada para enfrentar un terremoto? "No se puede estar preparado del todo para un evento así", comenta Jaime Reigosa, coordinador de la Red Sismológica Nacional de Colombia. "Los Gobiernos pueden tomar medidas y emprender campañas educativas de prevención que pueden mitigar los efectos de un seísmo", añade y explica que la zona colombiana que tiene la mayor actividad sísmica es la que tiene costa con el Pacífico. El especialista advierte de que, si bien se han tomado algunas medidas de prevención y se han invertido recursos para evitar los efectos destructores de un temblor, la preparación en su país es "mejorable". "Es necesario que se adopten códigos para que los edificios que no estén construidos con normas que garanticen su resistencia puedan mejorarse para enfrentar una emergencia de este tipo", asegura. "El énfasis lo tenemos que poner en la autoconstrucción, en la divulgación de qué materiales hay que usar y cómo se tiene que edificar. La construcción en adobe, por ejemplo, que hasta hace unos años aún era muy común en Chile, ahora está prohibida por ley", subraya desde su despacho Sergio Barrientos Parra, director científico del Servicio Sismológico de la Universidad de Chile.
A lo largo de 2010, el país andino modernizará y ampliará sus equipos de monitoreo y prevención de seísmos gracias a un presupuesto de 18 millones de dólares, aprobado por el Gobierno el año pasado. "Ahora mismo estamos en proceso de compra que esperamos que finalice en marzo. A mediados del año, previsiblemente, comenzaremos con la instalación de 65 estaciones de última generación, capaces de detectar hasta temblores muy chicos, que retransmitirán vía satélite en tiempo real a nuestro centro en la Universidad de Chile", afirma Parra. Como estos instrumentos se saturan con terremotos de grandes dimensiones, colocarán también "200 equipos para medir movimientos fuertes que proporcionarán una información muy valiosa a los ingenieros. Así podremos evaluar el nivel de aceleración en todas partes porque cada subsuelo responde de muy distinta manera, según se trate de roca o sedimento, por ejemplo", agrega.
El Servicio Sismológico de la Universidad de Chile cuenta también con el apoyo de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC). "Tenemos un convenio con los aeropuertos chilenos que nos dejan usar sus canales de comunicación", destaca el científico. Otra pieza clave del proyecto es el sistema de posicionamiento global. 140 estaciones de este tipo a lo largo de la costa chilena vigilarán su deformación en tiempo real. "Esto nos permitirá saber cuál es el tamaño del terremoto y si dará lugar a un tsunami", indica Parra.
El borde occidental de América del Sur es el de mayor actividad sísmica en el mundo. En Perú, la zona de riesgo se extiende "desde el departamento de Tacna, en el extremo sureste del país, hasta el de Tumbes, en el extremo noroeste", explica por teléfono Hernando Tavera, director de la sección de sismología del Instituto Geofísico del Perú. De los muchos terremotos que se han registrado en esa región, dos destacan por la magnitud de los tsunamis que causaron. "El de 1746, que destruyó Lima y arrasó el puerto del Callao, produjo un tsunami con olas de 16 metros de altura. Y el de 1868, que asoló sobre todo las ciudades de Arequipa y Moquegua, en Perú, y de Arica e Iquique, en Chile, provocó un tsunami con olas de 11 metros de altura", apunta Tavera.
El Instituto Geofísico es el responsable del monitoreo de la actividad sísmica en Perú. "Tenemos 40 equipos de última tecnología repartidos por todo el país", comenta el científico. Estos aparatos, sin embargo, no parecen suficientes para una reacción eficaz a la pugna de las placas tectónicas. "En 2001 y 2007, durante los dos últimos grandes seísmos en Perú, a pesar de tener equipos de monitoreo modernos, la comunicación falló. Cuando ocurren terremotos importantes, las líneas telefónicas se caen, pero seguimos usándolas como vía de aviso", cuenta Tavera. "Para solucionar ese problema, el Instituto pidió al Gobierno una inversión de un millón de dólares, con el fin de poder establecer una red satelital de alerta temprana de tsunamis y seísmos". En el caso de Perú, cuando ocurre un terremoto cuyo epicentro se encuentra en el mar, necesita 15 o 20 minutos para llegar a la costa. Pero la red de satélites tarda sólo cinco minutos en hacer saltar la alarma, según el director del Instituto Geofísico. Son minutos vitales que se ganan para evacuar a la población costera y avisar a los marineros. "Aún así, el Gobierno no nos brinda esos medios de protección necesarios", se lamenta el experto peruano.
Sobre otras medidas de prevención, el geólogo relata que "hay una norma de construcción antisísmica que rige en todo el país y que se aplica en el caso de grandes inmuebles. Pero el común de la gente construye sus propias casas donde puede, sin respetar esos reglamentos". "Los cursos de prevención, sobre construcción y materiales adecuados, impartidos por el Instituto Nacional de Defensa Civil sólo llegan a cierto nivel de la población", añade.
Cortesía: El País