Es un suma y sigue a las víctimas que causa el bombardeo indiscriminado y diario de las tropas de Muamar el Gadafi contra Misrata. E imposible saber con exactitud -lo impide el régimen al controlar todos los movimientos de los periodistas- si alguien pereció ayer en la capital.
Pero por mucho que el déspota y su camarilla se sientan aislados y al borde de la derrota, sus soldados continuaban ayer atacando zonas urbanas de Libia occidental, mientras que el frente oriental seguía estancado en Brega, aunque por primera vez aparecía en el frente Abdelfatah Yunis, jefe militar de los rebeldes, con armamento más pesado que el empleado hasta la fecha.
En Misrata, 200 kilómetros al oeste de la capital, los tanques provocaron grandes destrozos, y los uniformados se dieron a la destrucción de comercios, viviendas y al pillaje, según relataban testigos citados por varias agencias. Sin embargo, la novedad más relevante se produjo en Trípoli. Es muy difícil que un alzamiento, si eso fue lo ocurrido ayer, pueda sostenerse porque la represión en varias ciudades que rodean Trípoli ha sido brutal.
Vecinos citados por Reuters aseguraron que tiroteos prolongados se desataron antes del amanecer cerca de Bab el Azizia, base militar y hogar del dictador, que apostó francotiradores en escuelas de la ciudad, tal como hicieron sus esbirros en Bengasi hace 12 días. Otros residentes hablaban de grandes charcos de sangre en las calles y de detenciones masivas de jóvenes, especialmente en el suburbio de Tajura, uno de los más combativos contra el tirano y donde ya fue aplastada la revuelta semanas atrás. Los sublevados sabían desde el primer día de la revuelta que defenestrar a Gadafi sería un camino de espinas. Pero siempre afirmaban sus portavoces que el sátrapa tenía los días contados. Esa confianza crece a medida que Cirenaica, el oriente, se siente libre, y más aún cuando observan las defecciones en el entorno del dictador. No obstante, brotan ciertos temores.
Entre los portavoces del Consejo Nacional, el Gobierno de la oposición, se aprecia preocupación por las declaraciones de funcionarios occidentales sobre la presencia de elementos de Al Qaeda en el campo de batalla. Resultaría sorprendente que algunos simpatizantes de la organización terrorista no estuvieran combatiendo contra las tropas de Gadafi, por minoritarios que sean, como es inverosímil que agentes de los servicios de espionaje de un sinfín de países no hayan entrado en Libia. Con la frontera de Egipto abierta de par en par, y habiendo sido un país herméticamente cerrado durante años, Libia es un territorio virgen y apetitoso para los espías.
Cortesía: El País