La pequeña centralita telefónica del arzobispado de La Habana, en la bulliciosa Habana Vieja, echaba fuego el jueves. Ayudado por sus colaboradores cercanos, el cardenal Jaime Ortega se afanaba por comunicarse con cinco prisioneros de conciencia en diferentes cárceles del país; después lo hacía con sus familiares cercanos en diversas ciudades y pueblos, algo nada sencillo debido al precario estado de las infraestructuras en Cuba. El objetivo de todas las llamadas era el mismo: anunciar la buena nueva de su próxima liberación, pero sobre todo escuchar su sí en respuesta a la cuestión de si era su voluntad viajar a España.
Con esas conversaciones de Ortega, cabeza de la Iglesia católica cubana, y de una inédita mediación ante el régimen que permitirá la excarcelación de 52 prisioneros de conciencia, se ponía en marcha el proceso que conducirá a la libertad a los miembros del Grupo de los 75 que todavía están en prisión.
Los 52 opositores -23 fueron excarcelados antes por motivos de salud- fueron sancionados a largas penas de privación de libertad en 2003, en unos juicios sumarísimos que provocaron una fuerte condena internacional y la adopción de sanciones diplomáticas por la Unión Europea.
Ahora, según lo anunciado el miércoles tras una sorprendente reunión a tres bandas en La Habana entre el cardenal Ortega, el presidente cubano, Raúl Castro, y el ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, los disidentes quedarán libres y saldrán hacia España en un plazo máximo de cuatro meses.
"Estoy con las maletas hechas, esperando a que me avisen", declaró ayer a EL PAÍS Oleivis García, esposa del periodista disidente Pablo Pacheco, condenado a 20 años de cárcel. Tanto Pacheco, en la prisión de Canaleta, como ella, en su casa, en la ciudad de Ciego de Ávila, recibieron el jueves la llamada de Ortega. "Le dijimos que sí, que nos queríamos ir. Como comprenderá, después de estos siete años no tiene sentido quedarnos aquí, no tenemos futuro", aseguró.
Pacheco, de 40 años, Oleivis, de 38, y el hijo de ambos, Jimy, de 11 años, podrán viajar a España en "los próximos días", según les anunció el cardenal. Lo mismo ocurrirá con los presos Antonio Villarreal Acosta, Lester González Pentón, Luis Milán Fernández y José Luis García Paneque, y los familiares de todos ellos. Todavía no está claro cómo será el mecanismo de las excarcelaciones, pero ya trabajan en ello la Iglesia católica y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, como país de acogida.
Igual que la Iglesia católica, funcionarios de la embajada y el consulado españoles entrevistarán a los presos, que deberán confirmarles personalmente que su salida hacia España es voluntaria. Al parecer, podría habilitarse un lugar en el aeropuerto para realizar el papeleo consular y los trámites de visado con tranquilidad, y allí los presos podrán despedirse de los familiares que no les acompañen.
Fuentes diplomáticas aseguraron que se trabaja para que los primeros presos lleguen a Madrid el miércoles. No se quieren prisas que luego puedan resultar caras. La parte española ha pedido a las autoridades cubanas que aporten toda la documentación posible, incluidos expedientes médicos y académicos de los liberados, para que cuando lleguen a España puedan ser atendidos y facilitarles el acceso al trabajo.
Se quiere evitar la experiencia de 2008, después de la primera visita oficial de Moratinos a Cuba, cuando España acogió a cuatro disidentes del Grupo de los 75 (Pedro Pablo Álvarez Ramos, Omar Pernet Hernández, José Gabriel Ramón Castillo y Alejandro González Raga). Entonces, debido a las prisas a las que obligó el régimen -las entrevistas y los trámites de visado tuvieron que hacerse dentro del avión que España envió a recogerles-, los liberados enfrentaron numerosos problemas burocráticos en España y se quejaron de desatención.
Ahora, los prisioneros excarcelados viajarán con un visado de residencia apropiado y en vuelos comerciales, y a su llegada a España recibirán atención de la Cruz Roja y otras organizaciones humanitarias que tienen convenio con el Ministerio del Interior, que se ocuparán de garantizarles vivienda, manutención y acceso al trabajo durante un periodo de tiempo de al menos un año.
En general, la disidencia ha recibido positivamente las excarcelaciones logradas por la Iglesia, si bien critica el hecho de que "la alternativa a las celdas sea el exilio". "Hay que darle un márgen de credibilidad al Gobierno. Esta es una puerta que se abrió y que no se va a podcr cerrar", manifestó ayer Guillermo Fariñas a RNE.
La Iglesia cubana, como España, prefiere no hablar de "deportaciones"; destaca que, como parte del acuerdo, Raúl Castro se comprometió a permitir el regreso de los familiares de los presos cuando lo deseen y "no se excluye" que los ex reclusos puedan volver, aunque para ello deberán obtener una autorización. Lo importante ahora, dicen, es que empiecen a salir. "Después, cuando ya esté en marcha, veremos cómo se resuelven los problemas y qué sucede con los que quieren quedarse en Cuba", opina una fuente diplomática.
Cortesía: El País